Balance del año 2003

Crecen las apuestas en los hipódromos argentinos

(Argentina).- En el hipódromo de Palermo el dinero recaudado creció un 47% el año pasado y, en San Isidro, un 32%. También aumentó la cantidad de público asistente, y las agencias hípicas se expanden por todo el país.
10-02-2004
Tiempo de lectura 2:39 min
(Argentina).- En el hipódromo de Palermo el dinero recaudado creció un 47% el año pasado y, en San Isidro, un 32%. También aumentó la cantidad de público asistente, y las agencias hípicas se expanden por todo el país.

La hípica argentina continúa en franco crecimiento. Tras una etapa crítica, que se extendió entre 1998 y el 2002, los hipódromos locales han logrado lentamente comenzar una sustancial recuperación. En el 2003, la recaudación global de todos los hipódromos del país fue de 310 millones de pesos (más de 100 millones de dólares), contra los 219 millones, obtenidos apenas dos años atrás.

Otros claros ejemplos lo ofrecen hipódromos como el de Palermo, en donde el dinero recaudado creció en el 2003 un 47% y, o el de San Isidro, donde el crecimiento alcanzó un 32%. "Eso de que la pobreza y el juego se llevan bien es un cuento chino -expresó recientemente en una entrevista realizada por el Diario Clarín, Néstor Camino, secretario de la Comisión de Carreras del Hipódromo Argentino de Palermo-. Cuando la gente no tiene plata, el juego cae. La crisis golpeó severamente a los hipódromos". Y suelta un dato que confirma la asociación entre el bolsillo y las apuestas: "En los primeros días del mes se juega mucho más que en la segunda quincena".

Varios especialistas coinciden en que fue la crisis económica de fines de los noventas, la que asestó el primer golpe. Sin embargo, la mayor complicación surgió a partir del corralito: la sequía de billetes alejó del juego a los fans del turf y se desmoronó la recaudación. En Palermo, por ejemplo, cayó de 124 millones en 1998, a 75 millones en 2002.

Según Jorge Livschitz, gerente de marketing del Hipódromo de San Isidro, también incidieron otras cuestiones. "Hubo cambios de hábitos y, también, una fuerte competencia con otros juegos. Hace unos 30 años, la hípica representaba un 30% de los juegos de apuestas. Hoy, no llega al 1%", asegura. Y Camino coincide: "Antes, para entretenernos sólo teníamos el fútbol y las carreras. Ahora hay mucho para elegir y, para colmo, hace años que no se hace nada para captar a las nuevas generaciones. Es el gran desafío".

La tendencia comenzó a revertirse a fines de 2002 y se acentuó en 2003, con los aumentos de recaudación en Palermo y San Isidro. "La hípica creció mucho y el año que viene será aún mejor por la economía, porque es un fenómeno mundial y porque la Argentina tiene un alto nivel competitivo", afirmó Camino.

Lo novedoso de esta renovada convocatoria es que cada vez más personas acuden al hipódromo en plan familiar. Al último Gran Premio Nacional, que se realizó en Palermo en noviembre, acudieron más de 20.000 espectadores. Y los días de carreras asisten unas 5.000 personas. "Es difícil cuantificar el aumento de público, porque hoy se juega tanto en el hipódromo como en las agencias hípicas, donde la gente puede ver las carreras y apostar", explica Livschitz. Las agencias son hoy el canal de ventas más importante: en la Capital Federal hay 140 y se suman otras 80 en el conurbano.

Al hipódromo pueden asistir personas de todas las edades, pero sólo los mayores de edad pueden apostar (el mínimo es un peso). Tanto Palermo como San Isidro realizan cada uno 120 reuniones hípicas por año (unas 1.400 carreras), 10 por mes. En La Plata se hace una cantidad similar. Todos funcionan de manera coordinada: cada uno abre sus puertas un día distinto.

Actualmente, la Argentina es el cuarto productor mundial de caballos de carrera pura sangre y la industria del turf genera unos 220.000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos. "Para el 2004 se espera un crecimiento mayor. Se está trabajando mucho para captar a las nuevas generaciones", afirma Livschitz.

Los hipódromos aún conservan rincones donde se exige riguroso sport, pero el snobismo y cierto corte aristocrático ya abandonaron sus pistas y tribunas. "La hípica se popularizó y se abrió a las familias -dice Camino-. El turf es una fiesta social, y no una mala palabra".

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