El litigio se inició en 2012

Phil Ivey pierde el juicio contra el casino Crockfords

El jugador alega que solo aprovechó un defecto de fabricación de algunas barajas, pero asegura que no hizo nada ilegal.
31-10-2017
Tiempo de lectura 1:30 min
A través de un fallo 28 páginas, los jueces del Tribunal Supremo británico argumentaron que se trata de un caso que plantea cuestiones sobre el significado del concepto de engaño en las apuestas y deshonestidad.

El conflicto se remonta a agosto de 2012. Phil Ivey, considerado por algunos como el mejor jugador de póquer del mundo, ganó casi nueve millones de dólares en el casino londinense de Crockfords. La empresa retuvo el premio y denunció que el estadounidense había hecho trampa en el bacarrá.

El jugador alegó que solo aprovechó un defecto de fabricación de algunas barajas, pero que no hizo nada ilegal. El casino consideró su comportamiento deshonesto. Ambas partes tenían motivos para pensar que tenían razón.

“Es una de las decisiones más significativas en derecho criminal en una generación. El concepto de deshonestidad es fundamental para toda una gama de delitos, incluido el fraude”, aseguró Stephen Parkinson, de la firma Kingsley Napley, que representó al casino en el proceso.

“Éste es un caso en el que un apostador profesional demanda a un casino (…) y plantea cuestiones sobre el significado del concepto de engaño en las apuestas y sobre la deshonestidad”, anuncian los propios jueces en su sentencia. Para resolver la disputa estudiaron unas leyes sobre el juego que en las islas se remontan al siglo XVII.

El caso supone además un precedente, porque significa un cambio en la forma de interpretar el concepto de deshonestidad. Durante los últimos 35 años, se consideraba que el acusado era culpable sin cumplía dos requisitos: que lo que hubiera hecho fuera deshonesto a los ojos de la gente corriente, y que el acusado fuera consciente de que sería visto así por sus semejantes. En este proceso no se cumplía el segundo supuesto. La Corte Suprema consideró que esta segunda exigencia no representa la Ley y que en lo sucesivo no debería ser tenida en cuenta por los tribunales.

Si Ivey se hubiese limitado a aprovecharse de la asimetría de las cartas, no habría nada que criticarle. El problema es que engañó al casino para obtener ventaja de ese defecto, que ya conocía previamente. No se encontró con un fallo de su rival, sino que lo propició a propósito, de manera nada inocente.

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