En los primeros tiempos, se trataba de pequeños clubes y bares de juegos y apuestas. Y este era el único motivo por el que muchos turistas decidían aventurarse al medio del desierto. Cuanta más gente se volcó a este fenómeno, se vio la posibilidad de levantar hoteles, restaurantes y tiendas, transformando a Las Vegas en un solar de mega-resorts y a la Strip en la avenida más emparentada al juego en todo el mundo.
Al principio, es probable que los legisladores se viesen conmocionados al ver el impacto que el juego generaba en Nevada. David Schwartz, director del UNLV Center for Gaming Research, señaló: "Es cierto, ellos realmente no tenían idea del tamaño de esta decisión. Ellos lo veían como una de las cosas que se podían hacer desde el Estado, junto a actividades industriales y esfuerzos comerciales. Si ellos pudiesen haber visto lo que hoy es la industria, los casinos seguramente serían incluso más grandes".
Sólo dos años después de la legalización del juego en el Estado, las apuestas generaban U$S 69.000 a las arcas gubernamentales. Esa cifra alcanzó los U$S 100 millón a mediado de los años 50, y en el 2004 los aportes al Estado de parte del juego marcaron un volumen de 10.000 millones de dólares.