in datos epidemiológicos a nivel nacional, se calcula que entre un 1% y un 3% de los españoles adultos son adictos al juego, según puso de manifiesto el catedrático de Psicología Clínica, Enrique Echeburúa, coordinador de una jornada sobre este problema organizada por la Fundación Ramón Areces y la Fundación Guadium.
Los ludópatas -hombres de entre 30 y 40 años en su mayoría- tardan entre cinco y diez años en pedir ayuda y, cuando acuden a un centro, lo hacen al alcanzar una situación insostenible, hundidos en problemas familiares, laborales e incluso judiciales.
El problema es, según Echeburúa, la falta de atención que a menudo reciben de los centros de salud mental, que remiten a estos enfermos a asociaciones de ludópatas, y que sólo Andalucía y Madrid incluyen la ludopatía, con lo que esta enfermedad cuenta con muy pocos fondos para la investigación.
Otra de las cuestiones que preocupa a los expertos es que el 90% de las personas que acude a pedir tratamiento son hombres, aunque se estima, a partir de diversos estudios, que el 30% de los ludópatas son mujeres. Echeburúa, alertó además sobre la existencia de un posible problema importante entre los adolescentes, empujados al juego por el fracaso escolar y largas estancias en bares con máquinas tragamonedas.
Echeburúa, que pidió que estas máquinas se saquen de los bares y se limiten a locales específicos de juego, destacó entre sus factores altamente adictivos el que se encuentre en todas partes, la inmediatez del premio, la música y las luces que generan fascinación y el tintineo estrepitoso de las monedas, que genera una excitación muy fuerte.
El reto, aseguró Echeburúa, “es tratar a los que no se tratan, a quienes no acuden a pedir ayuda debido al importante mecanismo de negación que impera en los ludópatas, engañados por una percepción de autocontrol unida al rechazo social hacia una patología que se sigue considerando un vicio”.